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Nada más alejado de la realidad: en la primera entrega, Keb´ Mo´ desgranó el más políticamente correcto blues: blues acústico, de ascensor (sin tono peyorativo) o lo más parecido a Diana Krall en blues. Keb se aferra a los ritmos clásicos con una elegancia infinita tocando la guitarra típica de blues de los 50 o una dobro, compone e interpreta temas impecables y el empaste de su banda hace el resto. Kevin Moore es oriundo de los Ángeles pero sus padres son de Lousiana y Texas y él vive en Lousiana; aunque se ha hecho famoso recientemente, lleva tocando mucho tiempo, desde los 70 cuando empezó con la percusión y el contrabajo y en el mundo del gospel. Y se nota que desde entonoces ha recopilado experiencia e influencias que son las que le hacen sonar así de bien con temas que son a veces 100% blues clásico y otras temas de pop con raíces blues. Pero siempre impecables. Es un músico que se le puede estar escuchando durante horas y horas... y cada vez quieres más.
En la segunda entrega nos encontramos a Robert Cray. RC toca permanentemente una Fender Stratocaster, lo que es ya en sí toda una declaración de intenciones y necesita que su técnico de guitarras le cambie una Strato por otra cada dos canciones por la caña que le da a las cuerdas. A diferencia de KM, Robert Cray no se acompaña de otro guitarrista, los ritmos los hace él alternándolos con sus desgarrados punteos.
El sonido que nos ofreció era completamente distinto porque lejos de tratar de extraer sonidos aterciopelados de las cuerdas, Robert Cray las ataca con dureza (tengo una púa que lo demuestra, tiró media docena de ellas en el concierto) y más que seducir o acariciar la guitarra, se la folla en crudo, la viola una y otra vez sin misericordia. Y seguro que a ella le gusta tanto como nos gustó a nosotros. Era una noche tórrida en San Javier y Robert Cray subió 5 ó 6 grados la temperatura del auditorio.
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Me fui pensando que cuando el Sr. Leo Fender diseñó la Strato en el 54 debía de pensar en alguien como Robert Cray tocándola...
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En resumen: una gran noche. Lástima que faltó el prometido dueto de los dos interpretes. Habría sido la traca final a una noche magnífica.